La Fiebre en la sábana

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En días pasados tuve ocasión de participar, en calidad de ponente invitado, en el Foro que sobre Salud Mental en la Región se llevó a cabo en la Universidad Luis Amigó, sede Manizales, organizado por la Asamblea de Caldas, SUMA – Sistema Universitario de Manizales – Manizales Cómo Vamos y el Comité Intergremial de Caldas, con el apoyo de la RAP Eje Cafetero y cuyo link comparto al final del presente artículo.

Al lado de un calificado equipo, integrado por Doctores en Psicología, Maestros en Ciencias Sociales y Magister en Educación – expertos en rutas de atención, grupos poblacionales de interés y aplicación de pruebas que arrojan información estadística a partir de la cual identificar programas de acompañamiento psicosocial – mi intervención, como era de suponerse, versó acerca del uso adecuado del lenguaje como herramienta indiscutible para la construcción humana. ¡El Ser Humano es un Ser Lingüístico!

¿Qué significa esto? Que nos construimos, somos y proyectamos a partir del uso de la palabra, en toda la extensión de lo que este enunciado implique; es decir, en lo positivo, lo negativo y sus correspondientes consecuencias. ¿Quieres saber qué sucede en tu vida? Observa cómo hablas. ¿Quieres saber qué aqueja a nuestra comunidad? Escucha cómo habla. Allí está la explicación.

En una de mis intervenciones cité la frase del reconocido filósofo, lingüista y lógico austriaco, Ludwing Wittgenstein, influenciado por autores como Kant, Schopenhauer y Freud, entre otros: “Los límites de mi lenguaje, son los límites de mi mundo”, a fin de sustentar el que considero es quizás uno de los principales desafíos que enfrenta una sociedad que como la nuestra no habla como debería hablar, patología cultural de consecuencias tan complejas como la pandemia que acabamos de sobrepasar: El uso inadecuado de la palabra. Para esto no existe vacuna, pero si remedio. ¡Aprender a hablar! El discurso construye al sujeto.

Y es que nos convertimos en aquello que decimos ser. El lenguaje construye al Ser. Desde pequeños nos circunscribimos al mundo a partir de este. Balbuceando nos enseñan a llamar Ma a la mamá y Pa al papá, y así en adelante, en razón a que la cultura establece vínculos lingüísticos. Ambas son construcciones culturales, no naturales. Ma bien podría ser TA y Pa pudiera ser TO.

Las dos obedecen a la forma en cómo la sociedad, en algún momento, dictaminó nombrar y de paso establecer las funciones y emociones que cada cual deberá desempeñar y experimentar, a fin de conservar la estructura convencional operante. Es esa cultura y no otra cosa la que asocia Pa con una figura de autoridad, definiendo roles que – en la mayoría de los casos – son asociados a conceptos como imposición y miedo, materializando la convención en norma, figura que algunos autores denominan procesos identificatorios. El papá es la ley y la ley se acata, así no siempre lo que dictamine sea lo indicado.

La Salud Mental occidental está claramente marcada por una producción obligada. El modelo de poder construyó el discurso social y su performatividad discursiva. ¿Cuántas de las conductas que hoy afectan nuestra Salud Mental en Latinoamérica son consecuencia de la reiteración de una norma que no se corresponde con la heterogeneidad humana?

El discurso en el cual prevalece lo patriarcal, lo macho, lo heterosexual, desplazó el universo de tonalidades de la expresión humana, generando acciones que conducen a la sobreposición del patriarcado por encima de otras formas igualmente válidas de existencia.

La estructura social debe ser repensada y redicha si en realidad queremos mejorar nuestra salud mental y con ello buscar la fiebre en el enfermo, no en la sábana. YouTube: https://youtu.be/9BIIkWJXI9Y