Para mi escribir no es una opción. ¡Es una necesidad! Al menos así lo ha sido desde hace ya un buen tiempo. Corría el segundo lustro de los años 80´s cuando al colegio La Salle de Pereira, donde cursaba secundaria, llegó la noticia de que se abría un concurso intercolegiado de redacción, en el que estudiantes de grados 10 y 11 de los colegios públicos y privados de la ciudad estábamos invitados a participar, teniendo por jurado al reconocido periodista Luis García Quiroga.
Recuerdo que mi profesor de Español Rafael Castillo fue quien me invitó a participar. Él creía más entonces en mis facultades y talentos comunicacionales de lo que yo por aquella época apenas y con dificultad apenas podía apreciar.
Mi baja autoestima era tal que – aunque un mundo de ideas cruzaban por mi mente como en una autopista de una gran ciudad avanzancuantos vehículos motorizados quepan – se me dificultaba y bastante identificar mi naciente capacidad de transcribir en palabras algunas de mis ideas, pensamientos o situaciones que observaba. Por alguna razón sentía que mis compañeros, líderes reconocidos en la clase, eran los llamados a participar; sin embargo, Rafael vio en mi lo que yo no y me motivó a hacerlo.
Me animé y sin mayor expectativa, me lancé a escribir como un pájaro recién nacido se lanza a volar desde lo alto de un árbol. Durante esa primera y temeraria experiencia de mi parte, pese al vértigo producido como consecuencia de mi primeriza labor periodística, recuerdo que – sin importar el resultado que obtuviese– disfruté y bastante de aquel proceso de investigación, toma de notas y realización de entrevistas, las cuales luego darían sustento al articulado, para sorpresa mía y de muchos, ganador de aquel concurso intercolegiado.
Nada menos que García Quiroga, compañero luego de varias batallas conjuntamente emprendidas por la defensa de Pereira, me entregaría aquella placa que me daba el reconocimiento del primer puesto. No en pocas ocasiones, durante nuestro ejercicio como columnistas, le he compartido por menores de mi experiencia de lo que para Él, sin duda, apenas existeun vago recuerdo pero que en mi caso se constituyó en el gatillo que activó el amor para con una profesión que cambió mi manera de ver la vida para constituirse en mi vida.
Para mi escribir no es una opción. ¡Es mi manera de ser y de estar en el mundo! De aquel joven temeroso e inseguro a la hora de vaciar contenido a un papel en blanco, poco o prácticamente nada queda. Encontrar mi propia voz se convirtió en mi mayor aspiración vocacional, aún hoy. El tránsito por noticieros, programas de opinión, direcciones de Comunicación – en entidades públicas y privadas – y, en especial, mi actividad como columnista de opinión hace ya casi siete años en esta casa editorial, se constituyeron en el trampolín que me impulsó a lanzarme en mi labor de Escritor, llevándome a conectar con mi mejor y mayor momento de calibración. Un profesor atento fue el gran propulsor. ¡Gracias Rafa!