Se cumplen este 12 de octubre 530 años del descubrimiento de América, del Día de la Raza o del denominado Encuentro de dos Mundos, concepto con el cual me identifico ya que considero representa, literalmente, lo que hace poco más de cinco siglos atrás ocurrió en Las Indias, desatando toda una manera de ser e interpretar la realidad.
Si bien Cristóbal Colón es reconocido históricamente por ser quien oficialmente arribó al nuevo mundo, creyendo este que había llegado a la India, fue gracias al apoyo que Américo Vespucio recibió por parte de la corona española – el cual recorrió la costa norte de América del Sur, los litorales de Brasil y el sur de la Patagonia – a quien se debe el nombre de nuestro continente.
Independientemente de la denominación que nos identifica como americanos, lo cierto es que gran parte de lo que hoy somos los latinoamericanos y, en particular, los colombianos, de nuestros pensamientos – conflictos, inseguridades, desconfianzas, sentimientos adversos, conductas disociadoras, modos inadecuados de interactuar, entre otras condiciones – tiene inicio, precisamente, en la imposición cultural acontecida, en esa mixtura inicial de etnias que también dio origen a los mestizos, fruto de la mezcla de españoles e indígenas, a los zambos mezcla entre indios y negros y a los mulatos, entre blancos y negros, además de las razas negra e indígena y a un cruce de emociones negativas vigentes.
El viejo aforismo: “Lo que la primera generación calla, la segunda lo lleva en la piel”, cobra particular vigencia en este análisis centenario, intentando descifrar la génesis de muchas de nuestras conductas, de la manera como interactuamos, la forma como nuestros antepasados reaccionaron ante situaciones novedosas y a los retos que la realidad conlleva: La intolerancia frente al derecho que le asiste al otro, el reconocimiento de la otredad como complemento, el encuentro en la diferencia, el acercamiento en lo que en apariencia es distinto, etc.
¿Hay alguna salida al aprieto emocional al que, en ocasiones, nos vemos enfrentados los colombianos y las colombianas? Creo que empezar a reconocer un legado generacional, que data incluso de las costumbres aborígenes previas a las llegada de los españoles y luego como consecuencia de esa mezcla de etnias y emociones que se conmemoran esta semana, nos ilustra alrededor de que – por generaciones – hemos sido depositarios de sesgos, carencias y resquemores, los mismos que se traducen en conductas contemporáneas que hoy nos caracterizan y que estamos llamados a mejorar.
No tenemos que ser ni Colón ni Vespucio, ni salir a conquistar nuevos territorios. Basta con comprender que el pasado no nos define, basta con observar esos Legados Generacionales y aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos. ¡Nos define la manera en cómo respondemos ante este!