Por Andrés García
Bastaron tan solo unas palabras para reconfirmar el calibre de escritor que es el bogotano Mario Mendoza, autor de valiosas obras contemporáneas como: La Importancia de Morir a Tiempo, Leer es Resistir, La Melancolía de los Feos, Akelarre, El Diario del Fin del Mundo y Satanás, entre otras.
Fiel admirador de su narrativa, de su asombrosa disposición para recorrer las calles y de su extraordinaria capacidad para analizar e interpretar el palpito de las ciudades, de ese mundo oscuro no revelado repleto de zombis humanos que coexisten en urbes como ciudad de México, Sao Pablo, Tokio, Barcelona, París o Bogotá, me es complejo concluir qué puede ser más inspirador si leerlo o escucharlo personalmente.
Y es que su historia personal, relatada en varios de sus libros, donde nos comparte las vicisitudes de salud a las que se vio enfrentado a muy temprana edad – momento crucial que lo acercó a la lectura y lo reconectó en y con la vida – refleja cómo el Ser humano es una proyección de aquello en lo que se ha convertido. En su caso, en escritura, en una prosa que sigilosa observa la condición humana, sus desgracias, la aflicción, la enfermedad, la muerte, la temporalidad del Ser, el cambio continuo, la impermanencia, la fugacidad de la vida, los eslabones de la existencia, los recodos de la mente, los abruptos de la conducta, el sinsabor de las emociones, la cultura de lo absurdo, el ego, la aplastante banalidad de los tiempos que corren, las redes sociales, la venta desmesurada de una imagen exitosa, inexistente, absurda, inhumana, excluyente, condenadora, exiliadora, elementos a través de los cuales describe con proeza y fina tinta los acantilados más insondables de la condición del hombre.
De aspecto rollizo, manos impecables, impolutas como su exquisita redacción, de mirar verde profundo por fugaces instantes divagante – como queriendo escudriñar entre sus congéneres más inmediatos de dónde provendrá y quién inspirará su próxima obra – usted es hoy día, en mi concepto, la voz más oportuna y necesaria que comunica la agonía de nuestros tiempos, esa misma que debemos vigilar para, al menos, percatarnos de la maléfica protagonista que por instantes nos arrebata el goce de vivir en este plano, en razón a la vasta complejidad que la cotidianidad tantas veces exhibe.
Gracias Maestro Mendoza por sus libros, por su generosidad descriptiva que – sin importar el número de caracteres ni cuartillas – trasciende los límites de la hoja del libro para instalarse en lo profundo de la consciencia y llevarnos a seguir cuestionando:¿Quiénes somos? ¿Quién es el otro? ¿Qué es la vida? ¿Por qué la vida?
¡Gracias Maestro! Me honra que tenga mi libro El Poder Infinito en sus manos, esas mismas con las que esculpe la hermenéutica de nuestros tiempos.