Cultura laboral

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Por Andrés García

El Curriculum Vitae, CV, el documento técnico, generalmente formateado, que resume la vida y trayectoria pública de una persona, el cual incluye datos acerca de sus estudios, proceso de formación, experiencia, habilidades, aptitudes y hasta referencias, contiene muchas veces – a mi criterio – elementos irrelevantes, como por ejemplo detallar la edad o el género de quien aspira a ocupar un puesto, como si estas variables fuesen factores determinantes al momento de aprobar o improvar una hoja de vida para el cargo al cual se aspira, hecho sexista y altamente discriminatorio. Hombres y mujeres gozan de amplísimas facultades, lo cual les faculta para desempañar con éxito roles que culturalmente han sido establecidos para un género u otro.

Mujeres conductoras de Uber o que trabajan en construcción u hombres que laboran en una sastrería, lideran fundaciones sociales o dictan clases de danza, nos reconfirman que el género poco o nada tiene que ver con lo que el establishment dicta.

En cambio, existe un componente bastante relevante que – definitivamente – sí debería estar incluido en la Hoja de Vida de todo postulante y que, por razones más que obvias, difícilmente podría ser relacionado hoy día en un CV ya que, en su inmensa mayoría, ni el propio aspirante es consciente del mismo: La carga emocional que de por sí ya trae el aspirante y que impacta su desempeño laboral.

Por ningún lado aparece en este una relación – por detallada – de aquellos patrones de conducta (Características, predisposiciones, lecturas personales, experiencias anteriores negativas, incapacidad de reconocer sus errores, modus operandi viciado, influencia del contexto, mal temperamento, maneras inadecuadas de reaccionar ante el conflicto, ansiedad, tendencia al chisme, falta de compromiso, manejo indebido de la presión propia de la dinamica del cargo), que entorpecen o impiden el buen desempeño de su trabajo.

Seamos claros: Una cosa es ser profesional y otra, muy distinta, ser persona. No siempre van de la mano. Hay toda clase de trabajadores (as), algunos incluso con muchos títulos académicos, maestrías, MBA e incluso doctorados, o bien recomendados, incapaces de alcanzar sinergias laborales, encaminadas hacia el logro de objetivos empresariales o institucionales, que proyecten las organizaciones o instituciones hacia el mejoramiento continuo y la prestación de un excelente servicio. ¡Hay trabajadores que afectan labores!

Alguien dirá, “Pero existen las pruebas psicométricas que miden las destrezas y competencias laborales del individuo, relacionadas con el trabajo”; sin embargo, es bien sabido que estas resultan insuficientes al momento de capturar la complejidad de la personalidad y no predicen el éxito laboral, de forma precisa. Como quien dice… Un tiro en la pierna. Échese la bendición y dé el salto al vacío, a ver cómo le va.

Aunque, por ahora suene un tanto utópico, distinto a lo que puede lograr la persona que contrate bajo el entrenamiento de su inteligencia emocional, el CV emocional del postulante identificaría aquellos matices necesarios y definitivos al momento de sortear o no las dificultades propias de la cultura laboral.

En ocasiones no se requiere ser el mejor profesional en el área. Tal vez lo que urja sea contratar mejores personas, con buena actitud, comprometidas, dispuestas más a sumar que a restar, a incluir que a descalificar, a colaborar que a juzgar, a levantar la mano y discrepar en la forma y el tono adecuado a fin de avanzar, en lugar de atacar por la espalda o de hablar mal de las personas y menos del lugar donde labora.

Los ambientes laborales, sin excepción, son permeados por el CV emocional de quienes los conforman, haciendo más fácil o demasiado complejo el alcance de los objetivos esperados. El CV emocional incide taxativamente en la cultura laboral.

*Director de Cultura de Risaralda.