Como un tatuaje

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Un antiguo proverbio oriental, reza: “Si queremos saber cuáles fueron nuestras experiencias en el pasado, examinemos nuestro cuerpo ahora. Si queremos saber qué aspecto tendrá nuestro cuerpo en el futuro, examinemos nuestras experiencias actuales, porque metabolizamos cada una de estas”. El cuerpo es una especie de lienzo que expone la trayectoria de vida que hemos tenido.

En este se visibilizan los años de cuidado o de excesos, de estudio o desperdicio, de deporte o de diversión nocturna, de amor o descuido. Como un tatuaje que se expone en una parte de este, nuestra historia emocional exhibe como un libro abierto – que se lee – los capítulos vivenciados, aciertos y errores, construyendo una narrativa que hace de nuestra anatomía, un texto.

¡Las circunstancias, hacen al hombre! Como un tatuaje hecho sobre la piel, con tinta indeleble, las experiencias que tenemos en el día a día, durante el proceso llamado vida, saltan a simple vista haciendo manifiesto aquello que está latente. Como un tatuaje hecho sobre la piel, la marca de aquello que hemos experimentado tiñe el mar de emociones que inciden en el pensamiento humano, llevándonos a tomar decisiones, generalmente las mismas, en un altísimo porcentaje desde lo más profundo del inconsciente de nuestra mente.

Vale la pena observar cómo son los textos que exhiben las personas que nos rodean. Vale la pena observar qué clase de literatura detectan los organismos y todavía aún más clave, vale la pena observar cuáles son esos códigos que exhibe nuestro propio cuerpo, resultado de nuestras experiencias pasadas y proyección de nuestras experiencias futuras.

El cuerpo como instrumento, el cuerpo como medio de interacción, el cuerpo como partitura musical, comunica las melodías que internamente se reproducen, independientemente de la voluntad de quien lo porte.

La información que hemos acumulado por décadas se traduce en una respuesta biológica. Los denominados “achaques”, propios de edades más avanzadas, reflejan achaques emocionales no resueltos, merecedores de una nueva lectura, de una nueva apreciación del ser, que nos permita recordar la completud de aquella totalidad que somos y de la que procedemos. Por eso antes de juzgar a alguien, antes de juzgarte, lee bien el cuerpo.

Un cuerpo encallado en el dolor, transmite hostilidad, rabia, temor, insatisfacción. Un cuerpo sintonizado en el amor, es un cuerpo que ha aprendido a curar viejas emociones, buscando avanzar hacia nuevos y mejores horizontes de conquista personal y social, tatuados en el regazo de la abundancia infinita que somos. (www.infinitepowertraining.com).