Escuchaba esta semana al Dalai Lama decir: “La rabia es muy mala para la salud. La compasión nos brinda la paz, la paz mental. La paz mental nos ayuda a mantener la salud física, la salud del cuerpo, al igual que una sonrisa”. Adentrarnos en el conocimiento de una guía hacia la felicidad, es aprender a sintonizarnos con la abundancia del Universo, con la intención bondadosa de su sabiduría. Ser la propia bondad es aportar, desde nuestra parte, en la simetría del todo.
Somos lo que pensamos y aquello en lo que pensamos, es en lo que finalmente nos convertimos. En ese sentido, considero que la práctica de la bondad, genuina y sin fachadas, es y será en adelante el verdadero camino hacia la auto realización y la mejor estrategia evolutiva que el ser humano pudiese implementar. La bondad es un poder muy especial que nos ha sido conferido por la abundancia que caracteriza al Universo. La bondad se refleja en un amanecer, en un atardecer, en el dar y en el compartir, en entregar, perdonar, reconciliar, en el amar.
Quien practica a diario la bondad, allana el camino hacia su felicidad. Quien observa la bondad en los demás, permite que esta lo alcance definiendo el norte de sus actos, el manejo de sus emociones, la administración de sus pensamientos y actos. Un corazón rebosante de bondad es un corazón que vive en paz, un corazón en disposición de servir, aportar y sumar.
¡La bondad es la principal virtud de los grandes espíritus! Su presencia doblega sentimientos de odio, venganza y oportunismo. Su practica aniquila al ego que atenta contra la integridad del ser, extendiendo puentes de comprensión y alianzas para el entendimiento y la búsqueda de soluciones. Quien practica la bondad, no es débil. Todo lo contrario. Es fuerte. ¡Extremadamente fuerte! Un corazón bondadoso aprendió a decir no a la injusticia, no al abuso, no a la discriminación, no a la intolerancia, no a la rabia y en cambio se entrenó en decir sí a la reconciliación, sí a la empatía, sí ante el dolor del otro.
Hacer conscientemente de cada acto diario un acto de bondad, nos reconciliará con nuestra esencia divina, superior. Observar bondad en los demás, por oculta que en ocasiones parezca, nos entrenará en su identificación permitiéndonos consolidar nuevos sistemas de atención de nuestra energía personal y colectiva, en correspondencia con la infinita abundancia de la que procedemos, porque somos ella y ella es nosotros.
Hacer de este 2023 el Año de la Bondad no es una decisión sencilla y aunque suene un tanto utópica, es el camino más solaz que el amor nos enseña en procura de alcanzar nuestra plenitud interior. La maldad tiene mil caras. La bondad, solo una. ¡Practiquémosla! Hagamos de ella nuestro más precioso hábito. Veremos cómo su conquista nos hace mejores seres.