Acerca de Los Vagabundos de Dios

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Por Andrés García

Los Vagabundos de Dios, la más reciente obra literaria del maestro de maestros, el escritor bogotano Mario Mendoza, presentada en la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá, FilBo 2024, ante la cual centenares de lectores, incluyéndome, nos agazapamos en largas filas con tal de adquirir su trabajo narrativo, plasma la dura y compleja realidad que experimentan muchos de nuestros connacionales, en el lado más oscuro de las urbes, en las aceras por donde nadie quiere caminar, en la parte más adversa del ser humano, socavones en los que se entremezclan miserias, dolores y exclusiones, en universos más próximos de lo que pudiésemos pensar y que negarnos a observar se constituye en el principal atentado para su revelación, entendimiento, denuncia y justa atención.

 

Confieso que durante su lectura, hubo momentos en los cuales tuve que detenerme para lograr digerir la dimensión de lo que sus protagonistas, los Vagabundos de Dios, describen. Quise vomitar, se me erizó el vello y tuve que hacer pausas. Tuve también momentos en los que experimenté rabia, indignación e impotencia, frente a procesos que – a la luz de la opinión pública – parecieran lucir claros en tanto, en el universo literario (por eso lo amo) muestra el real filo de navaja sobre el cual danza nuestra realidad, por entre las fauces de una fiera con colmillos afilados, hambrienta y sanguinaria, llamada establishment, cuya función como todo sistema dominante es ejercer su poder y desconocer la verdad de otros.

 

En un mundo de visión netamente machista, capitalista, quizá esa misma sociedad del cansancio a la que hace referencia el filósofo coreano Byung Chul Han – en la que todo avanza de forma muy rápida, donde el tiempo pareciera carecer de duración restándole con ello vida a la vida, desdibujada además por la promesa de la publicidad engañosa y la influencia de las redes sociales que venden vidas, rostros y cuerpos mitológicos – las historias que nos comparte Mendoza se alzan como poderosos megáfonos de protesta que nos retan a releer nuestra Cultura y todo lo que en  una  sociedad de la doble moral acontece, lo que nos cuentan y cómo nos lo cuentan, lo que no se menciona, lo que se calla y ay de quién diga algo al respecto… lo silencian.

 

Los Vagabundos de Dios, en donde cuyo protagonista expone a carne abierta su propia experiencia de vida y vicisitudes ante la llegada de años complejos, las cuarentenas, los accidentes fortuitos y su interconexión con el todo de las cosas (¿el alter ego del autor? Por qué no… ) es una invitación abierta a no tragar entero, a dejar a un lado al Cronos, al tiempo habitual, y concentrarnos en el Kairós, en ese momento específico en el que algo sucede y apreciar con detenimiento lo que este expresa, grita, exclama, connota, advierte, narra, sugiere o – para el caso de los protagonistas del texto – denuncian.

 

 Grande el autor, grandes sus historias, grandes las denuncias de sus protagonistas. Menester nuestro consultar estos libros que más que obras de ficción son textos de historia, una historia que culturalmente nos ha sido oculta y que alcanza brillos de justicia de la mano de un artista como Mario Mendoza. *Director de Cultura de Risaralda.