Formatear nuestro Disco Duro

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Por Andrés García

Al igual que un ordenador requiere de un formateo de su unidad, con el propósito de eliminar datos almacenados inservibles, desactualizados, poco prácticos, generalmente de carga pesada y obsoleta, la mente humana deberá ser reseteada a fin de cancelar de esta aquellos archivos incompatibles con nuestro derecho de obtener cada día mayor y mejor calidad de vida.

El antiguo software o conjunto de programas, instrucciones y reglas que conducen a la ejecución de determinado tipo de tareas, no aplica a nuestro momento actual y, por consiguiente, dificulta el procesamiento de nueva información y la toma de decisiones. Ya lo decía Charles Darwin “La especie que sobrevive no es la más fuerte, sino la que mejor se adapta”.

Social, culturalmente, generación tras generación, hemos sido programados como computadores para reproducir patrones automáticos de respuesta, los cuales, generalmente, impídenos contemplar el universo de infinitas posibilidades que se abre en frente nuestro. Dicho conjunto de instrucciones ha sido legado por generaciones, haciendo de cada persona y de sus congéneres factores de repetición que, bajo el sofisma de honrar la tradición, limitan nuestra manera de vivir en el mundo: Las emociones que experimentamos y su manejo, los pensamientos que tenemos, los sentimientos que generamos y las acciones que tomamos.

Creemos ser libres pero ¿Cuánta de esa “libertad” se encuentra fuertemente coartada por una programación que regla y conduce a la ejecución de tareas de manera sistemática?

Creo que algunos de esos hábitos, son sanos. Parte de la tradición que nos ha sido heredada nos lleva a tener experiencias gratificantes como por ejemplo cultivar valores, acceder a procesos de formación, practicar deporte, leer. ¿En cuántas familias esta tradición a la que hago alusión se ve reflejada en generaciones de músicos, médicos, deportistas o escritores?

No obstante, un alto porcentaje de dicha programación transgeneracional limita profundamente nuestro accionar ya que, de forma inconsciente, su chip nos conduce a repetir patrones y estructuras incorporadas en nuestro software – ya sea por educación, costumbre, tradición, imitación o crianza – impidiendo que conectemos con nuestra verdadera esencia para avanzar en nuestro sendero y con ello alcanzar el desarrollo personal.

No somos los miedos de nuestros abuelos, como tampoco la enfermedad de un familiar cercano. Tampoco somos su tragedia ni sus complejas condiciones económicas, si las hubo. No tenemos que vivir como lo hacían los padres de nuestros padres o sus padres, si dicho vivir no era un vivir.

El objetivo capital de la vida humana – el cual detallo por coincidir en cada palabra de todo su enunciado – es “Lograr la consciente y positiva efectividad de nuestra unión con el Universo y abrir nuestro ser a su divino flujo” (Del libro “Armonía con el Infinito”, de Rodolfo Waldo Trine).

Confiar en su flujo es resetear nuestro disco duro para contemplar cuánto de lo que creíamos ser y no nos gustaba, no somos y, aún mejor, cuánto de lo que deseamos ser, ya somos. *Andrés García, Director de Cultura de Risaralda.